QUÉ ES LA ANSIEDAD Y CÓMO TRATARLA
La mayoría de nosotros hemos experimentado en algún momento de nuestra vida eso que llamamos ansiedad: sensaciones de inquietud, pérdida de control, ahogo, elevación de la frecuencia cardiaca, pensamientos catastróficos… A veces como respuesta a un estímulo externo concreto, y otras cuando menos nos lo esperamos, incluso cuando, después de un periodo de mucho estrés, por fin llega el momento de relajarse.
La ansiedad es una reacción de miedo intenso, y el miedo es una emoción natural, con bases biológicas bien definidas y una función clara para la supervivencia: detectar posibles riesgos y empujar a ponernos a salvo.
Sin embargo, debido a nuestro bagaje relacional, a nuestro estilo de vida, a nuestros aprendizajes… pasamos tanto tiempo en estado de alerta, que el miedo implícito se convierte en nuestra forma habitual de afrontar la vida. Nuestro cuerpo se acostumbra a estar tenso, como si en cualquier momento hubiera que luchar o salir corriendo, nuestra mente se acostumbra a atender y controlar demasiados estímulos, muchas de nuestras funciones biológicas (sexuales, digestivas, nerviosas) sufren bloqueos y desajustes, porque la calma, la creatividad, el placer… están diseñados para los “tiempos de paz” y parece que esos tiempos no llegan nunca.
Esto da lugar a un estado de ansiedad generalizada que a veces se vuelve tan habitual que ni siquiera lo notamos, porque necesitaríamos vivir repetidamente la experiencia de estar totalmente en calma, contacto y presencia para sentir la diferencia. De ahí el valor de la relajación psicosomática, el mindfulness y otras técnicas.
Otras veces, acumulamos tantas emociones intensas no expresadas, miedo y rabia entremezclados, tanta tensión, que llega un momento en que el organismo nos dice que no puede más, y nos lo dice en forma de ataque de pánico o ansiedad.
Ambas situaciones, tanto la ansiedad generalizada como las crisis de pánico, son muy frecuentes en nuestra sociedad y, por ende, en las consultas de psicoterapia.
La buena noticia es que ambas, con algo de tiempo e implicación, se pueden superar.
Dentro de una relación terapéutica segura y acogedora, con una combinación de introspección, terapia narrativa, técnicas de relajación, mindfullnes, exposición… podemos devolver el miedo al lugar que le corresponde: una emoción valiosa que nos da información sobre cuándo estamos en riesgo (físico o emocional), sin que sea un condicionante negativo para nuestra creatividad, espontaneidad y autonomía.